Ella intenta participar, rearmar, ser deseada hasta consumirse. Ésta, ante la necesidad, se va adecuando a las circunstancias. Donde penetra el juego implícito en los discursos que se vuelven factibles a las miradas sensibles. Uno se convierte en idiota, por la simple desesperación de pertenecer o sentir, básicamente.
Todos lo agentes externos participan, sin importar se mezclan con la obsesión, el odio, los sentimientos más puros.
Uno cree ver más allá y comienza la partida de lo místico, las coincidencias cósmicas. Pero no es más que una reacción química corporal. No hay solo una representación del vacío, quizá en sí no exista tal y cuando uno se tambalea ante tanta depresión aparece esta imagen, deseosa de explicar algo utópico, con intenciones crueles de transportarlo a la realidad.
A eso se le llama idealización.
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